Páginas

jueves, 24 de octubre de 2013

El método Wert

Vuelvo otra vez a la dudosa actualidad (digo dudosa porque tengo la sensación de que esto lo han vivido ya otros cada vez que cojo un libro de historia), para escribir una entrada de uno de los temas más indignantes que me entran por oídos y retina.

Manifestaciones y huelgas a favor de una calidad en la educación. Tras miles y miles de recortes, y de ajustes a un sistema educativo ya bastante pobre, solo quedan las brillantes mentes de muchos maestros, profesores y educadores para compensarlo. La gente se cansa y sale a la calle a protestar por ello. Quieren que sus hijos sean cultos, quieren que su trabajo sea estable, ellos mismos quieren participar de los beneficios de la educación, pero, Wert solo dice aquello que no queremos oír. 

En una era en la que la información es tan accesible, la clase dominante le interesa "deseducar" a los más jóvenes. Si somos lo suficientemente cultos como para buscar la alternativa a este sistema injusto, los intereses de la clases más altas peligran. Por ello utilizan sus herramientas, la política y la democracia, y su arma, el miedo, para sacar unos cuantos ajustes que idioticen un poco más a la población más despierta. Wert, otra marioneta más, aprieta. España siempre ha sido un país fácil. Nos gusta mucho salir a que nos de el aire con camisetas verdes y somos los números uno a la hora de rimar eslóganes protesta pero, es de todos conocido que nuestra precaria educación nos ha docilizado y tras más protestas de las habituales, hay que dejar claro quien manda aquí. Y otra vez la España de pandereta grita tan alto que se cansa al poco, y su enrojecida garganta baja de volumen para acabar cantando las baladas de Manolo Escobar.

No sirve de nada quejarse o asustarse del fracaso escolar, ni envidiar a la educación finlandesa si somos los primeros que dejamos toda responsabilidad educativa a los profesores y maestros. Nos gusta decir que "todo está muy mal" mientras nos desentendemos de nuestros hijos cuando llegamos a cenar al restaurante y si tras horas y horas de televisión sueltan alguna palabrota y tienen señales de algún comportamiento violento. 

CONTRA LA DES-EDUCACIÓN, EDUCACIÓN

Y aunque parezca que estoy defendiendo al señor Wert, nada más lejos de la realidad. Todo lo que ha dicho hasta la fecha ha sido en nombre de la banca, no de la educación. No quiere que España sea inteligente, quiere que seamos como él (imbeciles). Todo mi apoyo con las camisetas verdes, ojalá sus gritos duren tanto que a Wert le revienten las orejas de Gollum que tiene. 

PD: Personalmente, me parecieron increíbles las clases gratuitas que se impartían en las calles. Profesores enseñando gratis. Alumnos aprendiendo sin pagar un duro al estado. Eso es lo que no quieren, y eso es lo que tenemos que hacer. Gracias a todas las mentes inteligentes y altruistas, no se que sería de este país sin vosotros. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

El muro

Llegó ante el  muro. No sabía cuanto había andado, ya había perdido la cuenta. Por cuantos parajes había pasado y cuantos terrenos diferentes conocían sus roídos zapatos. Por fin, después de tanto tiempo, había llegado a ese lugar. Interminable pared de piedra que llegaba hasta donde su consciencia quisiera que llegase. No había puertas, ni ventanas, ni tramos más bajos por donde saltar, y de nada servía andar hacia alguno de sus extremos, no iba a encontrar forma de sortearlo.

Había llegado hasta aquí para esto? Para no poder seguir? Para no poder continuar ese camino que tanto le había costado crear con sus propias huellas? Un poco desesperado retrocedió sin dejar de mirarlo fijamente. Se rasco la cabeza, dio vueltas, lloró y echo las manos al cielo esperando a que algún dios le diera la solución. No encontró respuesta de nadie. Sintió miedo, desesperación e ira. Odió al constructor del muro. Acabo dormido, con la espalda en la hierba mojada.

Soñó, y se vio a si mismo construyendo ese muro, piedra sobre piedra durante todas las edades de su vida. En cada piedra tallaba el epitafio de una existencia inacabada. Entonces sintió odio hacia si mismo. Se dio miedo, se desesperó. Perdió la confianza que le había hecho llegar hasta ese lugar pues era falsa y se apoyaba en columnas de cartón, mucho más débiles que aquel muro de piedra. Fue entonces cuando el viento sopló un poco más fuerte transportando una risa desde el otro lado que, como un canto de ballena, se oía a kilómetros de distancia con toda su pureza. Lo aceptó. Aceptó quien había levantado el muro y sobre que estaba construido.

Un caracol le despertó mientras exploraba su frente. Abrió los ojos y se incorporó. El sol le dio en la cara. Amanecía por el Este, el lado del muro, ya no estaba.