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jueves, 29 de octubre de 2020

Antropocentrismo ideológico: la mitad del tejado.

 Aquel que se pierde en un desierto tiene la esperanza de estar cerca del límite, incluso lo desea. Cuando hablamos de ideologías estar exactamente en medio parece ser lo apropiado. El centrismo, como sinónimo de correcto. Alguien que se encuentra en la punta del tejado, haciéndole compañía a la veleta, que no tiene miedo de caerse para ningún lado pero que inevitablemente lo acabará haciendo. 

El antropocentrismo nos sitúa como el ser más importante. Fue una idea inicial de la cultura predominante, y que poco a poco ha ido abriéndose. Hemos pasado de decir que estamos creados a imagen y semejanza del único Dios posible a comprender que, lo que le importamos a un universo inconsciente de nuestra existencia, es igual que a cualquier otro planeta perdido en sus casi infinitos años luz. Ya no somos el centro de la galaxia, pero podemos ser el centro de más cosas. Poco a poco, los derechos fundamentales, sociales y humanos, nos parecen más atractivos que el eugenismo. Podemos pararnos a pensar en la ética, con la ayuda de las leyes mercantiles que ya incluyen a los diferentes como clientes potenciales. Si no somos mejores que nuestro vecino y nuestro color de piel no define nada, ¿Cómo desarrollar esta naturaleza antropocentrista que nos es tan asociada? 

Parece que este discurso se construye desde un momento en el que la procedencia, la inclinación sexual, el género o la clase ya no son elementos definitorios. Nada más lejos de la verdad, pero cómo hombre occidental, veo que el lugar que nos ocupa ya no es tanto pelearse por estos rasgos distintivos si no por parecer el más rápido en aceptarlos. El antropocentrismo es desde el individuo hacia el resto de iguales.

Aquel que sin ni siquiera plantearse su corriente de pensamiento se sitúa a si mismo en perfecto y correcto centro, describiendo como radical a sus dos lados colindantes, está haciendo un ejercicio de antropocentrismo ideológico. Primero, la maldita manía de definirse, nombrarse, etiquetarse y etiquetar al resto con los conceptos que nos pillan más a mano. Segundo, cuando ya tenemos todo clasificado, trazar una línea recta e ir colocándolas todas. Y en ese punto a salvo, si riesgo de parecer nada, colocar al etiquetador. Ni la propia justicia entiende de axiomas, todos somos susceptibles al juicio. Puede ser un comportamiento lógico: conceptuar, crear palabras, nombrar cosas y conceptos abstractos es lo que ha permitido que comunicáramos sobre ellos. Es posible que hayamos sobreconceptualizado hasta el punto de unir con términos simplones el entorno que nos rodea, o de nombrar antes que definir. Pero, ¿no seremos nosotros mismos los auto juzgados?

Hay tantos centros como personas que se identifican con ellos. La mitad es tan laxa que ocupa el total. Los lados se siguen manteniendo de la misma longitud para la persona que los define, pero si realizamos una media veremos que las lindes se mueven sin cesar. Tomarse tiempo para hacer juicios de una percepción irreal es tan absurdo como creer que el oasis está tras la siguiente duna. Pero somos humanos y tenemos esta manía de medir y comparar. ¡Qué le vamos a hacer!

El problema viene cuando las comparaciones llegan a una conclusión de negar lo comparado. Es decir, despreciar el resto de variantes en vez de aceptar su existencia. De repente la persona de centro se convierte en radical. Se ha caído del tejado donde nunca ha estado. Aquí llega la lucha de poder, conservar o ganar un trono entre las tejas. También el miedo a descubrir que en efecto, no estás en el centro. ¿Y que hacemos? Mover el centro hacia donde nos encontramos. Ahora la mitad del tejado está en un canalón, o en el suelo, y las mitades se desplazan.

Con el bipartidismo, las dos mitades eran los dos partidos que competían. Con la llegada de los nuevos partidos, somos fachas y rojos. Siempre dos mitades; y el de centro, por encima de ellas. Y por eso, cuando veo por la tele a tres representantes de partidos a la vez diciendo que son centro, y a otros tantos diciendo que no son radicales, yo solo me pregunto en que punto de mi línea ideológica de etiquetas se encuentra cada uno, porque en la de ellos, así mismos, siempre se verán en el mismo lugar. Y es lo único en lo que estarán siempre de acuerdo.  

martes, 19 de mayo de 2020

Sobre la bandera

Algunos símbolos son sobredimensionados. Al margen del uso natural para el que fueron diseñados, adquieren un valor social e ideológico que incluye un amplio espectro de usos razonables y/o desorbitados ya tengan un carácter irónico, sentimental, humorístico, concienciador, político, etc. Refiriéndome a este último, el panorama político desde principios del siglo XX ha sido la sopa primigenia de la creación simbológica que se ha ido reinterpretando cada pocos años. Por eso hemos visto la cruz gamada, antiguo pictograma hindú, en los estandartes militares de la Alemania de Hitler, o las cruces célticas en las camisetas de los grupos fascistas de las Bases Autónomas. También se han inventado nuevos símbolos de corrientes de pensamiento que llevaban tiempo existiendo sin unidad, y que ahora se identifican con él. Por ejemplo, algo tan sencillo como una "A" ha sido rodeada por un círculo y dibujado mil veces para identificar al anarquismo.

Pero actualmente, lo primero que se hace cuando se presenta un nuevo producto es emparejarlo con un símbolo que demuestre la afinidad de aquel que decida usarlo. Es una norma básica de marketing; es más fácil vender algo que se puede resumir en una idea sencilla. Como occidentales, si vemos una esvástica no nos plantearíamos que la persona que la luzca sea asceta hindú. Directamente buscaremos otras características que nos confirmen nuestras sospechas de que la persona que la luce es un neonazi. Pero hay otros símbolos que no nos lo dejan tan claro, quedando a la interpretación de terceros el tramo de intensidad que se identifique, o incluso el motivo que hay detrás.

La bandera de un país es algo más que un símbolo representativo de la totalidad de dicho país. Las banderas cubana o mexicana son símbolos libertarios, al ser acuñadas en las guerra independentistas que ganaron frente a las banderas de los países colonialistas. O la bandera francesa, que fue ondeada en la toma de La Bastilla como símbolo revolucionario. En España pasa algo diferente, acorde a la personalidad caricaturesca que tanto nos define. En 1785 Carlos III elige la rojigualda como emblema nacional. Las banderas tenían un uso generalizado de identificación militar y marítima y en aquella época, la mayoría de las banderas que portaban los buques tenían áreas blancas muy grandes que llevaban a la confusión en alta mar. El rojo y el amarillo, llamativo y diferenciador a largas distancias, evitaría el problema. Aunque el escudo sufrió varias modificaciones, no fue hasta la segunda república, en 1931, cuando se sustituyó la franja inferior que repetía el rojo por el color morado, insignia de Castilla. Se pensaba que al añadir una región tan representativa de España se representaría mejor la armonía del país. Esta época fue todo un crisol de simbología y colores políticos. No solo se usaban los símbolos importados de otros países, como la hoz y el martillo soviéticos, si no que se rescataban otros del pasado, como el yugo y las flechas, emblema de los reyes católicos que heredó La Falange, en un ejercicio de poética imperial. Este último caso me parece muy descriptivo, al rescatar un símbolo perteneciente a un momento histórico idealizado por el partido y utilizarlo contra el presente, en este caso, el gobierno de la segunda República. La lectura romántica de los libros de historia a veces hace que nos entreguemos a este tipo de cosas, por no hablar de la falta de humildad comparativa. 

Por supuesto, el cambio realizado por la segunda República hace imposible que no unamos la tricolor con la ruptura con las viejas monarquías y una etapa más progresista, a pesar de que fuera una democracia qué incluía, (como su condición de democracia lo define) partidos monárquicos y conservadores como el CEDA. El levantamiento del 18 de Julio de 1936 no podía utilizar el símbolo del mismo gobierno contra el que se sublevaba, e izó, (sorpresa) la bandera que la propia República había dado de baja. La guerra civil polarizó el asunto y al final, y sintetizando mucho, fue un combate de lo viejo contra lo nuevo, la rojigualda contra la tricolor

Las heridas no se curan con el tiempo. Es necesario cuidar y mimar al herido. España no solo no ha sido reconstituida, si no que se la ha pateado y maltratado por una herencia que oscurece a una democracia que, aun siendo relativamente nueva, está corrompida como si llevase más de 100 años. Y al frente de ella, la vieja bandera pero con otro escudo. No voy a entrar en una discusión típica de si es necesario cambiar o no el símbolo, me parece absurdo. Creo que han pasado los años suficientes para que podamos sentir que nuestra bandera es democrática, pero la emancipación ideológica no ha llegado aun. 

- El 28 de Junio del 2019, el grupo ultra España 2000, despliega una rojigualda en el balcón del ayuntamiento de Valencia con la frase "orgullo hetero" escrita sobre ella. 

- El grupo ultra católico y de extrema derecha Hazteoir convoca una manifestación en la que se llaman asesinas a las mujeres que abortan y desviados (por ser suave) a los trans y gays. La manifestación está llena de banderas de España y la propia asociación la utiliza. 

- La unidad de partidos de derechas (hasta la más radical) se une en Colón con banderas de España en contra del gobierno del PSOE. Parece que está reservada exclusivamente para partidos de derechas.

- En un partido de fútbol los ultras racistas de los equipos usan simbología fascista con variaciones de la bandera de España. 

- Durante la exhumación del dictador Franco varias personas protestaron frente al Valle de los Caídos con banderas preconstitucionales (como las llamaron los medios de comunicación) y banderas de España actuales, sin el característico águila franquista (otra herencia simbólica de la España Imperial). 

- Con la crisis sanitaria del coronavirus, el barrio de Salamanca, de renta muy alta y media de edad envejecida, sale a protestar contra Pedro Sánchez con banderas de España. También se han visto estampas dignas de película de Berlanga, como los golpes al mobiliario público con palos de golf y el hombre gritando desde un coche con chófer en Santander. El esperpento.

De este último comportamiento deduzco que, cuando uno de los habitantes de la calle Núñez de Balboa de Madrid se calza una bandera de falda o de capa en una manifestación contra la gestión de la crisis, podría estar reivindicando a la nación por encima del propio gestor. Pero también invita a pensar que el gobierno es contrario a la nación, o ir más allá: la minoría de las personas que se levantan contra el gobierno toman su visión de la nación (recordemos: rentas altas, empresarios y jubilados holgados) contra la coalición socialista qué ganó las últimas elecciones. E incluso, que la bandera es simplemente una provocación porque dan por hecho que las personas de ideología izquierdista son contrarias a la bandera, dando por hecho entonces que también son contrarias a España como tal. Desde el primer planteamiento hasta el último, la total auto adjudicación de un emblema que debería llamar a la unión nacional es presente. Se dejan a más de la mitad de un país fuera.

El uso de la bandera con fines nacionalistas también está bastante extendido y mezclado con las anteriores propuestas. Si puedo puedo ver lógico utilizar un símbolo nacional para reivindicar a la nación en sí, no entro a hablar de estos temas porque empieza otro terreno. Pienso que los nacionalismos son completamente negativos a un estado social y pacífico. 

Resumiendo, la bandera de España suele ser utilizada por conservadores, homófobos, transfobos, franquistas, fascistas, católicos radicales, viejos ricos, nacionalistas y racistas para representar su posición política. La adjudicación del símbolo a las corrientes más rancias y conservadoras no la crean las personas que no utilizan el símbolo, si no las que sí lo hacen, eligiendo donde y como usarlo. No utilizarlo durante el día a día es simplemente no darle un uso personal, más allá del representativo, al igual que un deportista en las olimpiadas o la policía nacional o cualquier otro servicio del estado va a darle ese uso profesional e identificativo. Por supuesto, la libertad de utilizar los símbolos que uno quiera, siempre que no signifique una agresión, es completamente lícito y respetable. Pero el uso indiscriminado y repetido durante diferentes actos de una índole ideológica tan clara perjudica gravemente la salud de la objetividad. 


jueves, 16 de abril de 2020

El individualismo como herramienta de control de masas.

La televisión y el teléfono móvil son nuestros medios de recibir noticias del exterior durante el confinamiento. La información viene filtrada por estos aparatos, mostrándonos la cantidad precisa y necesaria que cada medio considera. Ver el mundo desde la ventana de otro, que es profesional para lo bueno y para lo malo. Y por eso, editoriales de derechas o de izquierdas cocinan la realidad de tal forma que no notaremos la falta ni de sal, ni de azúcar en el mejor de los casos. El torrente de fake news es tan exagerado y dice tan poco de la capacidad crítica de la población que incluso duele. La libertad de pensamiento individual suele verse corrompida por una colectividad en pánico, y los propios terrores individuales se vigorizan. 

En una sociedad mermada, sin reflexión y con su gestión total puesta en manos de los poderes, es muy fácil el manejo de las masas. Cualquier acto social ha sido interrumpido y relevado por las herramientos de los estados, y el individuo es informado por sus comunicadores. Una disociación de la realidad impuesta por un bien mayor y común: nuestra seguridad. Un pensamiento muy peligroso sin espíritu crítico. 

Encontramos la vertiente de la solidaridad como tendencia. La empatía era algo que llevamos necesitando desde hace muchos años pero, la transformación de esta en una moda, llena de actos solidarios de compartir conocimientos, cultura y ocio por las redes sociales o de puerta a puerta, no creo que sea el futuro al que nos encaminamos. No digo que esté mal, pero cuando termine el confinamiento, sencillamente, será reemplazado por la siguiente moda. Es un planteamiento aparentemente pesimista, pero la evolución como sociedad se tiene que basar en pilares más sólidos, no en aplausos en los balcones.

De otro lado, el individualismo más desagradable, que antepone el valor personal sobre el bien colectivo, puede pasarse de rosca ante una sociedad en pánico. Como decía antes, es muy fácil dejarse llevar por el miedo, un impulso natural que nos hace olvidarnos de otra ley natural e implícita en el ser humano: la colectividad. Y el miedo bloquea cualquier cuestión ajena a la supervivencia individual, rechazando la crítica a una autoridad que se nos presenta con cara de salvadores del mundo. Como decir que no a quien nos vende seguridad cuando tenemos miedo, sin ni siquiera plantearnos de qué herramientas dispone. La muertes es una posibilidad a asumir y es aterrador. 

Una mezcla perfecta de ambas vertientes es la sociedad aplaudiendo la donación de mascarillas de Amancio Ortega y su fortuna, y por supuesto su confinamiento asociado a dicha fortuna, mientras el colectivo de basureros limpian las calles. Basureros que manejan residuos de sanos y enfermos. Interpretamos como acto solidario una única y repentina donación de un individuo famoso, pero un colectivo que está funcionando "como siempre", no deja de ser algo dentro de la normalidad que olvidamos aplaudir. Esto indica la poca capacidad que tenemos para entender la gravedad de la situación, una situación límite que ha puesto en entredicho la estructura misma del sistema. El estado del bienestar no se construye por la generosidad de los ricos (Norbert Elias). 

Globalización, libre comercio, libre turismo, no tener fronteras. Al final este sistema de oportunidades se ha colapsado porque cada oportunidad para el individuo suponía un salto para el virus. Y lo peor vendrá si la solución al problema es un proteccionismo basado en la represión. No es el momento de pensar los unos en los otros porque siempre debería haber sido así. Es una característica que este sistema de oportunidades nos hace olvidar. Somos animales sociales, punto. 

Perdemos el tiempo buscando culpables si no podemos ver con perspectiva la situación general. Nadie ha votado al virus, pero si se ha propagado rápidamente gracios a millones de vuelos, de turistas, de ejecutivos, de inmigrantes que salen a buscar algo mejor. No es más importante señalar con el dedo que plantearse el funcionamiento mismo del sistema del exceso que ha fallado. 

Y queremos volver a la normalidad olvidando que, hasta antes de coronavirus, no existía la normalidad. Al no ser que la normalidad sea sinónimo de la pérdida de ecosistemas, el calentamiento global, la violencia machista, los ahogados en el Mediterráneo, las guerras que siguen activas o la desigualdad social. Me niego a aceptar que eso es normal, y por ello, me niego a volver a ella. Quiero salir del confinamiento y abrazar a mi pareja, a mis amigos y ver las montañas de cerca, pero por nada del mundo regresar a la imagen de normalidad instaurada por las pantallas de las que hablaba al principio, y por los estados vendedores de seguridad y oportunidades.

lunes, 6 de abril de 2020

Ataudes en la Gran Vía

El partido de últraderecha V O X ha publicado una foto de la Gran Vía de Madrid llena de ataúdes con banderas de España sobre ellos, con el tratamiento típico de los muertos de guerra, acompañada de un texto que decía que la imagen "rerata perfectamente el dolor de esta tragedia que el Gobierno y sus satélites mediáticos pretenden ocultar". No me dedicaré a analizar nada, ni siquiera el hecho de que gran número de respuestas sean negativas hacia la imagen incluso de parte de sus votantes, o que el autor de la imagen original haya respondido diciendo tomar acciones legales. La imagen es tan repugnante y me causa tanto dolor y tanta rabia que me dedicaré unica y exclusivamente a vomitar un tropel de palabras de forma automática, según salgan y en segunda persona, como si el partido fuera un ente a quien estuviera hablando.



Tú, asquerso, no tienes ni idea de cómo es mi dolor. Un fotomontaje chungo no retrata ni de lejos un dolor social, y menos si viene de un partido político, y menos si este partido es conocido por potenciar las noticias falsas. La respuesta es lógica: con los muertos no se juega. Afirmación muy aceptada en España aunque los muertos en realidad se olvidan, se usan y se cambian de bando una y otra vez a la voluntad del narrador. Ya podrían haber hecho un montaje con una gran cuneta en vez de con tantos ataudes, que donde realmente van los cadaveres de quienes no importan. Por supuesto, el asesino es quien dicta donde se entierran, pero, ¿Quién es el asesino en este caso? Hace unos días eran los chinos, y hoy es el gobierno. Maldito sea tú nacionalismo ficticio que convierte cada problema en externo y cada potencial en interno. Da igual de que hables, no tienes tiempo para la reflexión, no lo hay. Solo lo tienes para el despecho, para la acción directa sin importar las consecuencias o la gravedad de la situación. Pero combatir nacionalismos con más nacionalismo es como ducharse con barro y por eso mismo, nunca podremos estar limpios. 


¿A qué viene esta desviación hacia el nacionalismo? A que creo fírmemente que esos ataúdes no contenían personas, si no españoles. Y no con esto digo que los españoles no seamos personas, nada más lejos. Lo somos, y cuando morimos, son las personas las que mueren, españolas o no. La muerte, como esta epidemia que nos acompaña, nos pone en el mismo lugar, pero has elegido crear separaciones hasta en los muertos. Es la forma más macabra que he visto de defender una linea de pensamiento. No solo mueren los españoles. No solo sufren los españoles. No solo se contagian los españoles, pero tú, ser repugnante, has decidio resaltar lo que para ti era prioritario y hacer campaña con ello. Creo que todos sabemos que las cosas no están para tirar cohetes, pero es práctica lógica que la oposición se mantenga en una situación de apoyo por el bien de todos (españoles incluídos). Tú has decidido practicar el rapiñeo y jugar con una de las cosas que el virus no tiene en cuenta cuando contagia: la nacionalidad.


También, las palabras que acompañan a la imagen, que no se me ocurrirá publicar aquí, hacen mención a unas "mentiras", algo que nos ocultan. Es de primero de cospiranoia decir que el poder nos oculta información. Luego te dan como respuesta una fantasía que se acuña como verdad absoluta. La ignorancia y una situación de incertidumbre y debilidad hace el resto. Y por esto mismo, la tierra es plana, las pirámides las construyeron hombres largato y tú asqueroso partido ha tenido tanto crecimiento el último año. ¿Qué técnicas estás utilizando?


Mentiría si dijera que no me siento más cercano a este gobierno que a otros, a pesar de que no sea mi primera opción pero, y haciendo la relfexión que te falta hacer a ti, creo que si gobernase cualquier otro estaría intentando y esforzándome por ver la lógica de cada decisión que toman, porque creo que un estado democrático no mata a los suyos. Tengo ciertas dudas de que tú no mates a los tuyos dado que la bandera importa más que la persona, al no ser que los tuyos solo sean los españoles. Yo también soy español, me encanta serlo, y te escupiría en la cara. Qué feliz serías en las Cruzadas.


Y así, poco a poco vas potenciando algo que has visto que funciona pero, que en algún momento, será tan excesivo que se convertirá en un absurdo, en un disparate o en el esperpento que tanto caló en España a principios de siglo. Eres grotesco y mereces caer al precipico al que tanto te estás arrimando. Pero al final, y aunque sea con un odio inmenso, estoy hablando de tí.

martes, 31 de marzo de 2020

Humanidad. La película del Covid-19

La cuarentena hace que nos veamos obligados a terracear vía Skype. Cambian las formas, pero no la esencia. Comentábamos las causas de la rápida subida de contagios y muertes que sufría EEUU, en gran medida por su impredecible presidente y un sistema sanitario privado, con millones de personas sin seguro médico. Trump llegó a declarar públicamente "si nos quedamos en los 100.000 muertos habremos hecho un gran trabajo". Ante este virus tan democratizado y un panorama con la incertidumbre disparada, bromeamos ironizando como Hollywood sacaría una película en un par de años que pusiera a los EEUU como salvadores de la pandemia, en un ejercicio propagandístico de una de sus armas comunicativas más potentes, el cine.

Hollywood casi siempre ha estado al servicio del poder y del sentimiento nacional americano, exportando su cultura de masas al resto del mundo y siendo en muchas ocasiones, innegable para el espectador medio. Por esta razón, el valeroso ejército de EEUU salvó a Europa de los Nazis, ganó la guerra de Vietnam y evitó una tercera guerra mundial contra la Unión Soviética, a pesar de que la historia hable en otros términos. Y esto, por no nombrar las innumerables veces que los héroes americanos se han sacrificado para salvar la tierra de hordas de invasores del espacio.

Siguiendo esta perspectiva, me aventuro a contar una sinopsis más o menos detallada de la próxima película protagonizada por Matt Damon, dirigida por Ron Howards, Michael Bay, Roland Emmerich, o alguno de esos. Como "Pandemia" ya está cogido, llamaremos a esta "Humanidad", un nombre que potencia el espíritu constructivo del filme. Adquiero una posición de narrador omnisciente.

"Humanidad" (Humanity, 2022), se desarrolla en un pueblo medio de la costa oeste de los Estados Unidos, tipo Springfield. John (Matt Damon) vive con su mujer y su hija en una casa que ya podría estar decorada por los gemelos constructores de la tele. Una tele grande, una chimenea, una cocina con isla donde se divierten amasando pan... son una familia feliz. John es epidemiólogo, y trabaja en la universidad del pueblo con sus colegas. Es una universidad de tipo Harvard que cuenta con los laboratorios más punteros para estudiar pandemias y enfermedades víricas. Es un día normal en el trabajo: toman café aguado en vasos gigantes de cartón y hablan sobre lo que van a hacer el fin de semana que empieza esa misma tarde. De repente, un ciudadano chino asiático irrumpe en la sala con muy mala cara. Anda lentamente, con movimientos erráticos y la cabeza agachada. Se acerca al profesor John y levanta la cabeza. Entonces puede verle: su rostro pide ayuda. Antes de preguntarse por qué este hombre chino asiático se ha decantado por ir a la universidad en vez de al médico, le aíslan en una sala acristalada de máxima seguridad, completamente cerrada al exterior y que utilizan para sus investigaciones. Va pasando el día, y ya solo quedan en el laboratorio John y su ayudante Clarice. El profesor está tan inmerso en mirar hojas de papel y datos que no advierte que Clarice le pasa la mano por el hombro y le pregunta -¿te vas a quedar toda la noche? Deberías descansar un poco. John no le escucha, y sigue mirando hojas de papel. Está claro que hay una atracción entre ambos, pero es imposible, John es un hombre casado con una mujer y con su trabajo.

John se despierta de repente. Se había quedado dormido sobre las hojas de papel. Ya es por la mañana. Mientras se despereza advierte que algo ha cambiado en la sala de aislamiento. ¡Oh my god! ¡EL CHINO ESTÁ MUERTO! Pero no muerto plácidamente en su cama, si no en una posición bastante antinatural y con los ojos abiertos. John se asusta, pero no se traumatiza. Sus años en la guerra que sea le han hecho un hombre duro y de principios. Tras una pequeña elipsis, el laboratorio se ha llenado de policía, y Clarice ha llegado para animarle y repetirle de forma casi idéntica, la frase que le había dicho la noche anterior. Esta actriz no será nominada al Oscar de mejor actriz de reparto, pero esta vez John obedece y se va a abrazar a su mujer y a su hija, que le esperan en el césped que cubre la entrada a la casa, al lado de la bandera americana que tienen todos los porches en ese barrio. Por alguna razón, los gestos y complicidad de la mujer de John, de la que desconocemos el nombre, hace suponer que sabe lo que le ha pasado aunque nadie se lo ha dicho. Eso es un matrimonio de verdad, de los que no necesitan hablar. Esa noche hacen el amor con la censura que solo unas sábanas blancas pueden proporcionar.

Amanece un día nuevo. John se despierta solo en la cama, parece recuperado y positivo. Baja a la cocina donde su mujer prepara tortitas y un café casi más aguado que el del laboratorio. -Hola Cariño- Le saluda. Seguimos sin saber el nombre de la susodicha: Honeybunny, Darling y cosas así será lo máximo que profundizaremos en este personaje. De la hija si conocemos el nombre porque deberán gritarlo cuando se pierda en el caos, en las películas todos los niños se pierden al menos una vez; llamémosla Hannah. La tranquilidad de John no durará mucho porque recibirá una llamada telefónica de su ayudante, su tercera frase en toda la película: -John, ven, es importante.

John llega al laboratorio donde sus alumnos y colegas le enseñan las pruebas de la autopsia. Al parecer, el chino asiático estaba infectado de un nuevo virus peligrosísimo que podría acabar con la humanidad en horas: el Covid-19. Tras ver unas hojas de papel, un dato que solo sabrá él porque el espectador nunca lo entendería le hace empezar a sudar y preocuparse. -¿Esto es verdad?- Pregunta. -Lo es, hemos repetido la prueba tres veces y en todas da el mismo resultado- contesta el colega científico. Como parece grave la situación, decide llamar al gobierno, porque en EEUU hay un telefono de gobierno para poder llamar y avisar de las amenazas mundiales que has descubierto hoy. Pero el gobierno no le hace caso porque es algo aislado, y además el cadáver sigue en su sala de máxima seguridad. John comienza a discutir con un lenguaje científico que resulta incluso ofensivo, pero se corta en seco, algo ha llamado su atención. Suelta el teléfono, que queda colgando del cable con la voz del gobierno al otro lado diciendo -¡Eh! ¿está usted ahí, hola? La causa de tanta conmoción es que en la televisión que tienen todos los laboratorios en EEUU están poniendo una noticia catastrófica: En Europa ya ha pasado. Retransmite imágenes de la torre de pizza con personas muertas, un hombre tosiendo en Venecia, la Torre Eiffel envuelta en llamas porque en Francia han empezado los saqueos, cadáveres por todas partes y de España no hay imágenes porque una paella con un cadáver encima no es glamuroso y los americanos no conocen nada más de aquí. La presentadora dice que no saben lo que pasa, pero que creen que tiene relación con un avión procedente de China. De todos los acontecimientos que suceden en el mundo, Francia e Italia arden porque llega un avión de China, sí. Por suerte para la humanidad, John si que sabe lo que pasa: Es el Covid-19.

La televisión se apaga de repente, y todas las luces con ella. La habitación queda iluminada solo con una luz roja y una alarma de "peligro bacteriológico". Parece que los laboratorios y los submarinos nucleares están diseñados por la misma persona. Empieza el caos y los científicos huyen descontroladamente. Solo John queda inmóvil, mirando a la sala de contención. Palidece cuando en el lugar del cadáver del chino, le descubre vivo, mirándole fijamente con un gesto que va desde la súplica hasta esa sonrisilla que pones cuando le dices a alguien "te lo dije". Dura unos segundos de pie y cae al suelo fulminado mientras la puerta de la sala acristalada se abre por el corte de luz. Para que el público no sea muy crítico se escucha por los altavoces "fallo en los generadores de emergencia, por favor, evacúe al personal". Es el acontecimiento que John utiliza para volver a la realidad. Hay una alerta urgente desconocida en todo el edificio y la cámara empieza a moverse frenéticamente para darle ritmo a la huída. No sabemos qué ha pasado pero alguien en algún momento le echará la culpa a unos gamberros mexicanos y quedará resuelto el enigma.

Consiguen salir del edificio, no sin alguna baja en el personal. Miran como empieza a arder todo el trabajo de una vida desde el campo de fútbol americano que se encuentra justo en frente. La columna de humo se disemina de golpe: un helicóptero con el logotipo de la Casa Blanca en el lateral aterriza en medio del campo con un estruendo que hace que se nos olvide el edificio en llamas. Sale un militar negro, se acerca a John y le pregunta - ¿Profesor John? Venga con nosotros. Parece que el gobierno ha reaccionado al ver la misma noticia que vieron ellos y a mandado un recoger al profesor que ahora resulta ser una eminencia . A todo esto, nadie se ha preguntado que si la película empezaba en viernes, porque hoy es domingo y todo el mundo trabaja.
El profesor y los militar llegan a una sala secreta donde no entra todo el mundo al no ser que se trate de una emergencia global. Allí hay sentados más militares, algunos también negros, y el primer ministro, que no lo es. Le cuenta que le han convocado para idear una estrategia de contención del virus y evitar muertes innecesarias, y le informan que la oficina de Inteligencia americana a descubierto que China suma 4 millones de muertes, pero que como es una dictadura socialista están ocultando la información. Tras un poco de ética barata en la que la comunidad científica defiende el estudio y los militares atacar al virus, supongo que con misiles antibióticos, el presidente da a John una semana para encontrar una vacuna. John acepta pero comunica que su laboratorio ha ardido. El presidente sonríe y le dice - ven, quiero enseñarte algo. Entonces bajan en ascensor a un sótano secreto donde le enseña unas instalaciones super modernas con un montón de cosas científicas con luces y pantallas que flotan, y un equipo a su servicio vestidos con batas blancas. Parece que el diseño de arte se lo han dado al mismo que diseñó el iPad.

John ve avivada la llama de su esperanza y llama a su familia para decirles que se refugien en casa y no salgan. Después de decirle a su mujer que todo va a salir bien llama a su equipo que de repente no son estudiantes si no científicos formadísimos y con mucha experiencia que se presentan en las super instalaciones del gobierno para empezar a currar.

A partir de aquí, da un poco igual el desarrollo de la historia, ya que se desarrollarán subtramas hasta  lo importante: cuando casi se ha cumplido el plazo y la gente está muriendo como si no hubiera un mañana, John se da cuenta que la fórmula que investigaban tenía un pequeño error a partir de una frase de desesperanza que Clarice dice. Puede obedecer a la siguiente forma:

CLARICE: Nunca lo conseguiremos. Es demasiado tarde. Moriremos todos.
JOHN: Todos... todes... todal... ¡TODAL! Cloruro de Todal! Hasta ahora estábamos comparándo los isótopos negativos, pero si juntas un isótopo negativo en una reacción en cadena con el Cloruro de Todal... consigues...
CLARICE: ¡Bacteriolisis Corticoide!
JOHN: ¡En efecto! Rápido, aísla los isótopos y hagamos la prueba.

El siguiente plano son John y Clarice mirando por el microscopio, sonriendo y abrazándose. Durante el abrazo se rozan sus mejillas, ella se sonroja, per él conoce sus prioridades.

El epitafio de la película son una sucesión de imágenes del ejército de Estados Unidos distribuyendo la vacuna, que en realidad es una puta panacea que cura de inmediato. Unos soldados pinchan a un niño mexicano que está en los brazos de su abuela y se sonríen. También van a África (como país) donde descargan cajas blancas con una cruz roja y se las dan a la multitud apelotonada. En un pasillo de hospital colapsado, con gente en camillas y médicos corriendo, una enfermera se acerca a una cama donde hay un niño y le inyecta la medicina en el gotero mientras le mira con ternura. Le ha salvado. De hecho este enfermera protagoniza una historia secundaria de amor maternal con este niño cuyos padres murieron por el Covid-19.

John llega a su casa, en un mundo tranquilo y nuevo, donde su familia le recibe como el primer día. Hemos aprendido varias lecciones:
  1. A ser más solidarios entre nosotros.
  2. Que los EEUU salvan al mundo siempre que lo necesiten, y la sanidad pública estadounidense funciona porque supongo que ese laboratorio tan moderno es una inversión pública, aunque el tratamiento actual por el Covid-19 supere los 35.000 dólares,
  3. Que la familia como unidad mínima del sistema judeocristiano sigue siendo lo más importante.
  4. Qué el mundo depende totalmente de los EEUU.
  5. Qué los franceses la lían siempre.
Tras un metraje de 127 minutos, la repercusión de la película será insustancial más lejos de su estreno. Entrará en la selección de los Oscars en las categorías de mejor efectos de sonido, mejor montaje, mejor actor de reparto y seguramente mejor banda sonora, ya que Hans Zimmer hará un buen trabajo, pero en Cannes no la dejarán ni pisar la alfombra. Rápidamente la comprará una plataforma digital para su catálogo y luego a la TV por cable. La crítica del público le dará un 6,2 en Filmaffinity, pero la crítica profesional tendrá opiniones diferentes. A la revista Fotogramas le gustará, sin embargo Carlos Boyero escribirá "esta película ha conseguido lo que no consiguió el coronavirus, provocar una muerte lenta y dolorosa".

Si se cumple algo de todo esto que he escrito, llamadme profeta.

domingo, 29 de marzo de 2020

Greguerías 2.0

Buscando formas en el espacio entre las nubes, en el yeso liso de la pared de gotelé. Esperando a la tormenta mirando al suelo y oliendo a cielo mojado. Los topos vuelan bajo esta noche, ciegos de tanto estar en el aire; los pájaros corren a refugiarse bajo tierra ante la amenaza de su sombra.

El río arrastra mucha arena de playa que acaba compactada en forma de grandes rocas en las montañas. Mejor no emborracharse, puedes beber intentándolo.

¡Cállate! Las mujeres no lloran. Recuerda no olvidar esto. Qué bonito está el paseo marítimo con la noche iluminando a las farolas. Debería beber un poco más, no vaya a estar sano.

Canta más bajo que quiero oirte. Lo mejor de la lluvia es cuando hace buen tiempo; lo mejor del buen tiempo quedarse en casa calentito. Me voy a vestir para meterme en la cama.

Lo mejor de nuestra visita al museo fueron las visitas. El vaso está medio vaso. Me puse unos anillos grandes para que me pesase la mano, no vaya a ser que se me fuera volando.

Enciende la luz que no quiero verme. Sonríe, que estás más triste. El espacio es tan gigantesco que cabe en esta cajita. No se te olvide el sombrero, no vaya a ser que se te vuelen los pies.

Te mereces un aplauso, por haber hecho nada. Despacio, que llegamos antes. Lo mejor de que estés es que no puedo verte. Quien ríe el último, ríe solo. Se me gastó la mano de recoger todo lo que se me cae.

¿Por que se le dice a los gallinas que no tienen huevos si son los gallos quienes no los tienen?

domingo, 22 de marzo de 2020

El valor de la dispersión como activo social.


La máquina no perdona. La herramienta y la pieza como unidad mínima de productividad en una cadena de montaje es traducida a seres humanos en cualquier sociedad que trate al individuo o al colectivo como una de estas unidades básicas. El fenotipo que puede presentar una persona respecto al sistema acorde es el del valor de la productividad por encima incluso de el de su salud. Un estándar repetido en gran cantidad de ocasiones. La máquina utilizará sus propias herramientas para asegurarse la permanencia de éste, porque en ello basa su subsistencia. Un núcleo familiar tradicional presenta este fenotipo multiplicado por tres: pareja e hijos. El círculo que generan los lazos no solo sentimentales si no sistemáticos obligan al individuo, parte de este círculo, a seguir alimentando la cadena. Los tiempos pueden cambiar pero las sociedades actúan de la misma forma bajo el yugo de casi cualquier estado político o cualquier época histórica. Muchas herramientas de las que el sistema hace uso son puramente emocionales. Construye un personaje con una serie de valores imposibles de conseguir y hace creer que es el estándar. Ahora, es el individuo el que quiere llegar a conseguir el objetivo que le ha sido propuesto, cayendo en diferentes trampas por el camino y volviéndose no solo esclavo del camino qué le ha sido propuesto (obligado) a recorrer, sino de sus propias emociones. La frustración, la envidia, la tristeza o el odio privan al individuo de la libertad necesaria para tomar decisiones fuera del camino. Una educación completa no es suficiente si las emociones provocadas por la lejanía de la meta impuesta no permiten percibir todas las opciones, y la frustración asociada a no ser el fin que el sistema plantéa, nos causará insatisfacción permanente. En conclusión, no seremos libres hasta que no podamos reconocer la amplitud del abanico emocional.

Una de estas metas es la contradicción del resto de emociones: la felicidad. Ésta palabra se convierte en peligrosa si nos referimos a ella como fin. Un individuo no puede ser feliz en un futuro, si no que se referirá a la felicidad en términos presentes o pasados. Es decir, querer se feliz es lo que seguramente impedirá serlo. Pero hay miles de metas: tener pareja, pagar la hipoteca, un buen coche, progresar en la empresa, ganar más dinero… y todas ellas nos plantean el camino de la productividad individual. Este es el aceite que engrasa la máquina. La productividad está directamente asociada con el triunfo que el individuo ansía conseguir, y por lo tanto ser más productivos indica que estaremos más cerca de ello. La máquina funciona a la perfección aunque sus piezas se gasten rápidamente. Por supuesto, al hablar de piezas no se tiene en cuenta que cada una de estas tiene una conciencia y está viva. El sistema luego crea servicios que cuidan y entretienen al individuo. ¿Por que se arregla lo que se alenta a estropear? La generación de ocio y cuidados también pone en funcionamiento el paradigma de la productividad. 

Hemos llegado a un vértice en el que incluso el entretenimiento y el descanso están planteados como algo productivo. Hay individuos que tienen que decidir descansar. La salud pasa a un segundo plano y en el marco emocional, no se ven merecedores de estar sanos, de disfrutar, o incluso de no hacer absolutamente nada. Unos segundos de inactividad es un paso hacia atrás en el camino para alcanzar el premio de su propia realización y entonces, llega el arrepentimiento y la culpa que les expone un poco más y les hace más vulnerables a las herramientas utilizadas por el sistema para que sigan produciendo. 

Creo interesante ver la dispersión mental como un elemento sanador en cualquier actividad. Obviamente, esto es completamente opuesto al valor de productividad pero, el sueño de ser más, como decía, es lo que nos enferma socialmente. Y es que cuando un grupo de individuos tiene un comportamiento similar al descrito anteriormente, nace la competitividad como elemento social, y no es un elemento unificador si no todo lo contrario. Una característica proclamada por el sistema como positiva, porque la competencia nos hace más productivos y otra vuelta de tuerca: más cerca del objetivo inalcanzable. Pero la competitividad nunca será positiva si rompe la misma base que define una sociedad: la cooperación entre todas sus partes. Dos individuos que luchan por estar más cerca de sus cenit imaginario no pueden cooperar, sino luchar. De esta forma creamos sociedades enfermas de envidias, miedos y engaños, con pequeñas muestras de solidaridad que dan un respiro, aun estando contenidas en todo el engranaje descrito. 

La frase más antisistema que escuché desde hace mucho es: quiero ser una persona mediocre. La palabra mediocre, que es utilizada normalmente de modo peyorativo, adquiere aquí un sentido liberador al expresar el deseo de no formar parte de ese sueño de la excelencia y la productividad. El mensaje directo que llega a nuestras mentes es el contrario: las personas mediocres fracasan, pero fracaso no es una definición libre sino instaurada. El fracaso puede tener diferentes grados y no todos ellos vienen acompañados de una visión negativa. El ensimismamiento o la contemplación son un fracaso productivamente hablando que seguramente suma salud, simplemente por el hecho de tomar un descanso. Si optamos por hablar con las definiciones acuñadas genéricamente, el fracaso sería no ser competitivo, ergo, la lucha es un triunfo. Pero en la lucha solo puede ganar una parte, la otra fracasa. El conflicto moral es que, si quien no lucha fracasa y quien lucha y pierde fracasa, se reduce en número de ganadores y se incrementa el número de perdedores que luego desarrollarán las carencias emocionales que les hacen enfermar. 

La pausa, el espacio en blanco, la dispersión, son herramientas que nos hacen menos productivos y mucho más felices.