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martes, 31 de marzo de 2020

Humanidad. La película del Covid-19

La cuarentena hace que nos veamos obligados a terracear vía Skype. Cambian las formas, pero no la esencia. Comentábamos las causas de la rápida subida de contagios y muertes que sufría EEUU, en gran medida por su impredecible presidente y un sistema sanitario privado, con millones de personas sin seguro médico. Trump llegó a declarar públicamente "si nos quedamos en los 100.000 muertos habremos hecho un gran trabajo". Ante este virus tan democratizado y un panorama con la incertidumbre disparada, bromeamos ironizando como Hollywood sacaría una película en un par de años que pusiera a los EEUU como salvadores de la pandemia, en un ejercicio propagandístico de una de sus armas comunicativas más potentes, el cine.

Hollywood casi siempre ha estado al servicio del poder y del sentimiento nacional americano, exportando su cultura de masas al resto del mundo y siendo en muchas ocasiones, innegable para el espectador medio. Por esta razón, el valeroso ejército de EEUU salvó a Europa de los Nazis, ganó la guerra de Vietnam y evitó una tercera guerra mundial contra la Unión Soviética, a pesar de que la historia hable en otros términos. Y esto, por no nombrar las innumerables veces que los héroes americanos se han sacrificado para salvar la tierra de hordas de invasores del espacio.

Siguiendo esta perspectiva, me aventuro a contar una sinopsis más o menos detallada de la próxima película protagonizada por Matt Damon, dirigida por Ron Howards, Michael Bay, Roland Emmerich, o alguno de esos. Como "Pandemia" ya está cogido, llamaremos a esta "Humanidad", un nombre que potencia el espíritu constructivo del filme. Adquiero una posición de narrador omnisciente.

"Humanidad" (Humanity, 2022), se desarrolla en un pueblo medio de la costa oeste de los Estados Unidos, tipo Springfield. John (Matt Damon) vive con su mujer y su hija en una casa que ya podría estar decorada por los gemelos constructores de la tele. Una tele grande, una chimenea, una cocina con isla donde se divierten amasando pan... son una familia feliz. John es epidemiólogo, y trabaja en la universidad del pueblo con sus colegas. Es una universidad de tipo Harvard que cuenta con los laboratorios más punteros para estudiar pandemias y enfermedades víricas. Es un día normal en el trabajo: toman café aguado en vasos gigantes de cartón y hablan sobre lo que van a hacer el fin de semana que empieza esa misma tarde. De repente, un ciudadano chino asiático irrumpe en la sala con muy mala cara. Anda lentamente, con movimientos erráticos y la cabeza agachada. Se acerca al profesor John y levanta la cabeza. Entonces puede verle: su rostro pide ayuda. Antes de preguntarse por qué este hombre chino asiático se ha decantado por ir a la universidad en vez de al médico, le aíslan en una sala acristalada de máxima seguridad, completamente cerrada al exterior y que utilizan para sus investigaciones. Va pasando el día, y ya solo quedan en el laboratorio John y su ayudante Clarice. El profesor está tan inmerso en mirar hojas de papel y datos que no advierte que Clarice le pasa la mano por el hombro y le pregunta -¿te vas a quedar toda la noche? Deberías descansar un poco. John no le escucha, y sigue mirando hojas de papel. Está claro que hay una atracción entre ambos, pero es imposible, John es un hombre casado con una mujer y con su trabajo.

John se despierta de repente. Se había quedado dormido sobre las hojas de papel. Ya es por la mañana. Mientras se despereza advierte que algo ha cambiado en la sala de aislamiento. ¡Oh my god! ¡EL CHINO ESTÁ MUERTO! Pero no muerto plácidamente en su cama, si no en una posición bastante antinatural y con los ojos abiertos. John se asusta, pero no se traumatiza. Sus años en la guerra que sea le han hecho un hombre duro y de principios. Tras una pequeña elipsis, el laboratorio se ha llenado de policía, y Clarice ha llegado para animarle y repetirle de forma casi idéntica, la frase que le había dicho la noche anterior. Esta actriz no será nominada al Oscar de mejor actriz de reparto, pero esta vez John obedece y se va a abrazar a su mujer y a su hija, que le esperan en el césped que cubre la entrada a la casa, al lado de la bandera americana que tienen todos los porches en ese barrio. Por alguna razón, los gestos y complicidad de la mujer de John, de la que desconocemos el nombre, hace suponer que sabe lo que le ha pasado aunque nadie se lo ha dicho. Eso es un matrimonio de verdad, de los que no necesitan hablar. Esa noche hacen el amor con la censura que solo unas sábanas blancas pueden proporcionar.

Amanece un día nuevo. John se despierta solo en la cama, parece recuperado y positivo. Baja a la cocina donde su mujer prepara tortitas y un café casi más aguado que el del laboratorio. -Hola Cariño- Le saluda. Seguimos sin saber el nombre de la susodicha: Honeybunny, Darling y cosas así será lo máximo que profundizaremos en este personaje. De la hija si conocemos el nombre porque deberán gritarlo cuando se pierda en el caos, en las películas todos los niños se pierden al menos una vez; llamémosla Hannah. La tranquilidad de John no durará mucho porque recibirá una llamada telefónica de su ayudante, su tercera frase en toda la película: -John, ven, es importante.

John llega al laboratorio donde sus alumnos y colegas le enseñan las pruebas de la autopsia. Al parecer, el chino asiático estaba infectado de un nuevo virus peligrosísimo que podría acabar con la humanidad en horas: el Covid-19. Tras ver unas hojas de papel, un dato que solo sabrá él porque el espectador nunca lo entendería le hace empezar a sudar y preocuparse. -¿Esto es verdad?- Pregunta. -Lo es, hemos repetido la prueba tres veces y en todas da el mismo resultado- contesta el colega científico. Como parece grave la situación, decide llamar al gobierno, porque en EEUU hay un telefono de gobierno para poder llamar y avisar de las amenazas mundiales que has descubierto hoy. Pero el gobierno no le hace caso porque es algo aislado, y además el cadáver sigue en su sala de máxima seguridad. John comienza a discutir con un lenguaje científico que resulta incluso ofensivo, pero se corta en seco, algo ha llamado su atención. Suelta el teléfono, que queda colgando del cable con la voz del gobierno al otro lado diciendo -¡Eh! ¿está usted ahí, hola? La causa de tanta conmoción es que en la televisión que tienen todos los laboratorios en EEUU están poniendo una noticia catastrófica: En Europa ya ha pasado. Retransmite imágenes de la torre de pizza con personas muertas, un hombre tosiendo en Venecia, la Torre Eiffel envuelta en llamas porque en Francia han empezado los saqueos, cadáveres por todas partes y de España no hay imágenes porque una paella con un cadáver encima no es glamuroso y los americanos no conocen nada más de aquí. La presentadora dice que no saben lo que pasa, pero que creen que tiene relación con un avión procedente de China. De todos los acontecimientos que suceden en el mundo, Francia e Italia arden porque llega un avión de China, sí. Por suerte para la humanidad, John si que sabe lo que pasa: Es el Covid-19.

La televisión se apaga de repente, y todas las luces con ella. La habitación queda iluminada solo con una luz roja y una alarma de "peligro bacteriológico". Parece que los laboratorios y los submarinos nucleares están diseñados por la misma persona. Empieza el caos y los científicos huyen descontroladamente. Solo John queda inmóvil, mirando a la sala de contención. Palidece cuando en el lugar del cadáver del chino, le descubre vivo, mirándole fijamente con un gesto que va desde la súplica hasta esa sonrisilla que pones cuando le dices a alguien "te lo dije". Dura unos segundos de pie y cae al suelo fulminado mientras la puerta de la sala acristalada se abre por el corte de luz. Para que el público no sea muy crítico se escucha por los altavoces "fallo en los generadores de emergencia, por favor, evacúe al personal". Es el acontecimiento que John utiliza para volver a la realidad. Hay una alerta urgente desconocida en todo el edificio y la cámara empieza a moverse frenéticamente para darle ritmo a la huída. No sabemos qué ha pasado pero alguien en algún momento le echará la culpa a unos gamberros mexicanos y quedará resuelto el enigma.

Consiguen salir del edificio, no sin alguna baja en el personal. Miran como empieza a arder todo el trabajo de una vida desde el campo de fútbol americano que se encuentra justo en frente. La columna de humo se disemina de golpe: un helicóptero con el logotipo de la Casa Blanca en el lateral aterriza en medio del campo con un estruendo que hace que se nos olvide el edificio en llamas. Sale un militar negro, se acerca a John y le pregunta - ¿Profesor John? Venga con nosotros. Parece que el gobierno ha reaccionado al ver la misma noticia que vieron ellos y a mandado un recoger al profesor que ahora resulta ser una eminencia . A todo esto, nadie se ha preguntado que si la película empezaba en viernes, porque hoy es domingo y todo el mundo trabaja.
El profesor y los militar llegan a una sala secreta donde no entra todo el mundo al no ser que se trate de una emergencia global. Allí hay sentados más militares, algunos también negros, y el primer ministro, que no lo es. Le cuenta que le han convocado para idear una estrategia de contención del virus y evitar muertes innecesarias, y le informan que la oficina de Inteligencia americana a descubierto que China suma 4 millones de muertes, pero que como es una dictadura socialista están ocultando la información. Tras un poco de ética barata en la que la comunidad científica defiende el estudio y los militares atacar al virus, supongo que con misiles antibióticos, el presidente da a John una semana para encontrar una vacuna. John acepta pero comunica que su laboratorio ha ardido. El presidente sonríe y le dice - ven, quiero enseñarte algo. Entonces bajan en ascensor a un sótano secreto donde le enseña unas instalaciones super modernas con un montón de cosas científicas con luces y pantallas que flotan, y un equipo a su servicio vestidos con batas blancas. Parece que el diseño de arte se lo han dado al mismo que diseñó el iPad.

John ve avivada la llama de su esperanza y llama a su familia para decirles que se refugien en casa y no salgan. Después de decirle a su mujer que todo va a salir bien llama a su equipo que de repente no son estudiantes si no científicos formadísimos y con mucha experiencia que se presentan en las super instalaciones del gobierno para empezar a currar.

A partir de aquí, da un poco igual el desarrollo de la historia, ya que se desarrollarán subtramas hasta  lo importante: cuando casi se ha cumplido el plazo y la gente está muriendo como si no hubiera un mañana, John se da cuenta que la fórmula que investigaban tenía un pequeño error a partir de una frase de desesperanza que Clarice dice. Puede obedecer a la siguiente forma:

CLARICE: Nunca lo conseguiremos. Es demasiado tarde. Moriremos todos.
JOHN: Todos... todes... todal... ¡TODAL! Cloruro de Todal! Hasta ahora estábamos comparándo los isótopos negativos, pero si juntas un isótopo negativo en una reacción en cadena con el Cloruro de Todal... consigues...
CLARICE: ¡Bacteriolisis Corticoide!
JOHN: ¡En efecto! Rápido, aísla los isótopos y hagamos la prueba.

El siguiente plano son John y Clarice mirando por el microscopio, sonriendo y abrazándose. Durante el abrazo se rozan sus mejillas, ella se sonroja, per él conoce sus prioridades.

El epitafio de la película son una sucesión de imágenes del ejército de Estados Unidos distribuyendo la vacuna, que en realidad es una puta panacea que cura de inmediato. Unos soldados pinchan a un niño mexicano que está en los brazos de su abuela y se sonríen. También van a África (como país) donde descargan cajas blancas con una cruz roja y se las dan a la multitud apelotonada. En un pasillo de hospital colapsado, con gente en camillas y médicos corriendo, una enfermera se acerca a una cama donde hay un niño y le inyecta la medicina en el gotero mientras le mira con ternura. Le ha salvado. De hecho este enfermera protagoniza una historia secundaria de amor maternal con este niño cuyos padres murieron por el Covid-19.

John llega a su casa, en un mundo tranquilo y nuevo, donde su familia le recibe como el primer día. Hemos aprendido varias lecciones:
  1. A ser más solidarios entre nosotros.
  2. Que los EEUU salvan al mundo siempre que lo necesiten, y la sanidad pública estadounidense funciona porque supongo que ese laboratorio tan moderno es una inversión pública, aunque el tratamiento actual por el Covid-19 supere los 35.000 dólares,
  3. Que la familia como unidad mínima del sistema judeocristiano sigue siendo lo más importante.
  4. Qué el mundo depende totalmente de los EEUU.
  5. Qué los franceses la lían siempre.
Tras un metraje de 127 minutos, la repercusión de la película será insustancial más lejos de su estreno. Entrará en la selección de los Oscars en las categorías de mejor efectos de sonido, mejor montaje, mejor actor de reparto y seguramente mejor banda sonora, ya que Hans Zimmer hará un buen trabajo, pero en Cannes no la dejarán ni pisar la alfombra. Rápidamente la comprará una plataforma digital para su catálogo y luego a la TV por cable. La crítica del público le dará un 6,2 en Filmaffinity, pero la crítica profesional tendrá opiniones diferentes. A la revista Fotogramas le gustará, sin embargo Carlos Boyero escribirá "esta película ha conseguido lo que no consiguió el coronavirus, provocar una muerte lenta y dolorosa".

Si se cumple algo de todo esto que he escrito, llamadme profeta.

domingo, 29 de marzo de 2020

Greguerías 2.0

Buscando formas en el espacio entre las nubes, en el yeso liso de la pared de gotelé. Esperando a la tormenta mirando al suelo y oliendo a cielo mojado. Los topos vuelan bajo esta noche, ciegos de tanto estar en el aire; los pájaros corren a refugiarse bajo tierra ante la amenaza de su sombra.

El río arrastra mucha arena de playa que acaba compactada en forma de grandes rocas en las montañas. Mejor no emborracharse, puedes beber intentándolo.

¡Cállate! Las mujeres no lloran. Recuerda no olvidar esto. Qué bonito está el paseo marítimo con la noche iluminando a las farolas. Debería beber un poco más, no vaya a estar sano.

Canta más bajo que quiero oirte. Lo mejor de la lluvia es cuando hace buen tiempo; lo mejor del buen tiempo quedarse en casa calentito. Me voy a vestir para meterme en la cama.

Lo mejor de nuestra visita al museo fueron las visitas. El vaso está medio vaso. Me puse unos anillos grandes para que me pesase la mano, no vaya a ser que se me fuera volando.

Enciende la luz que no quiero verme. Sonríe, que estás más triste. El espacio es tan gigantesco que cabe en esta cajita. No se te olvide el sombrero, no vaya a ser que se te vuelen los pies.

Te mereces un aplauso, por haber hecho nada. Despacio, que llegamos antes. Lo mejor de que estés es que no puedo verte. Quien ríe el último, ríe solo. Se me gastó la mano de recoger todo lo que se me cae.

¿Por que se le dice a los gallinas que no tienen huevos si son los gallos quienes no los tienen?

domingo, 22 de marzo de 2020

El valor de la dispersión como activo social.


La máquina no perdona. La herramienta y la pieza como unidad mínima de productividad en una cadena de montaje es traducida a seres humanos en cualquier sociedad que trate al individuo o al colectivo como una de estas unidades básicas. El fenotipo que puede presentar una persona respecto al sistema acorde es el del valor de la productividad por encima incluso de el de su salud. Un estándar repetido en gran cantidad de ocasiones. La máquina utilizará sus propias herramientas para asegurarse la permanencia de éste, porque en ello basa su subsistencia. Un núcleo familiar tradicional presenta este fenotipo multiplicado por tres: pareja e hijos. El círculo que generan los lazos no solo sentimentales si no sistemáticos obligan al individuo, parte de este círculo, a seguir alimentando la cadena. Los tiempos pueden cambiar pero las sociedades actúan de la misma forma bajo el yugo de casi cualquier estado político o cualquier época histórica. Muchas herramientas de las que el sistema hace uso son puramente emocionales. Construye un personaje con una serie de valores imposibles de conseguir y hace creer que es el estándar. Ahora, es el individuo el que quiere llegar a conseguir el objetivo que le ha sido propuesto, cayendo en diferentes trampas por el camino y volviéndose no solo esclavo del camino qué le ha sido propuesto (obligado) a recorrer, sino de sus propias emociones. La frustración, la envidia, la tristeza o el odio privan al individuo de la libertad necesaria para tomar decisiones fuera del camino. Una educación completa no es suficiente si las emociones provocadas por la lejanía de la meta impuesta no permiten percibir todas las opciones, y la frustración asociada a no ser el fin que el sistema plantéa, nos causará insatisfacción permanente. En conclusión, no seremos libres hasta que no podamos reconocer la amplitud del abanico emocional.

Una de estas metas es la contradicción del resto de emociones: la felicidad. Ésta palabra se convierte en peligrosa si nos referimos a ella como fin. Un individuo no puede ser feliz en un futuro, si no que se referirá a la felicidad en términos presentes o pasados. Es decir, querer se feliz es lo que seguramente impedirá serlo. Pero hay miles de metas: tener pareja, pagar la hipoteca, un buen coche, progresar en la empresa, ganar más dinero… y todas ellas nos plantean el camino de la productividad individual. Este es el aceite que engrasa la máquina. La productividad está directamente asociada con el triunfo que el individuo ansía conseguir, y por lo tanto ser más productivos indica que estaremos más cerca de ello. La máquina funciona a la perfección aunque sus piezas se gasten rápidamente. Por supuesto, al hablar de piezas no se tiene en cuenta que cada una de estas tiene una conciencia y está viva. El sistema luego crea servicios que cuidan y entretienen al individuo. ¿Por que se arregla lo que se alenta a estropear? La generación de ocio y cuidados también pone en funcionamiento el paradigma de la productividad. 

Hemos llegado a un vértice en el que incluso el entretenimiento y el descanso están planteados como algo productivo. Hay individuos que tienen que decidir descansar. La salud pasa a un segundo plano y en el marco emocional, no se ven merecedores de estar sanos, de disfrutar, o incluso de no hacer absolutamente nada. Unos segundos de inactividad es un paso hacia atrás en el camino para alcanzar el premio de su propia realización y entonces, llega el arrepentimiento y la culpa que les expone un poco más y les hace más vulnerables a las herramientas utilizadas por el sistema para que sigan produciendo. 

Creo interesante ver la dispersión mental como un elemento sanador en cualquier actividad. Obviamente, esto es completamente opuesto al valor de productividad pero, el sueño de ser más, como decía, es lo que nos enferma socialmente. Y es que cuando un grupo de individuos tiene un comportamiento similar al descrito anteriormente, nace la competitividad como elemento social, y no es un elemento unificador si no todo lo contrario. Una característica proclamada por el sistema como positiva, porque la competencia nos hace más productivos y otra vuelta de tuerca: más cerca del objetivo inalcanzable. Pero la competitividad nunca será positiva si rompe la misma base que define una sociedad: la cooperación entre todas sus partes. Dos individuos que luchan por estar más cerca de sus cenit imaginario no pueden cooperar, sino luchar. De esta forma creamos sociedades enfermas de envidias, miedos y engaños, con pequeñas muestras de solidaridad que dan un respiro, aun estando contenidas en todo el engranaje descrito. 

La frase más antisistema que escuché desde hace mucho es: quiero ser una persona mediocre. La palabra mediocre, que es utilizada normalmente de modo peyorativo, adquiere aquí un sentido liberador al expresar el deseo de no formar parte de ese sueño de la excelencia y la productividad. El mensaje directo que llega a nuestras mentes es el contrario: las personas mediocres fracasan, pero fracaso no es una definición libre sino instaurada. El fracaso puede tener diferentes grados y no todos ellos vienen acompañados de una visión negativa. El ensimismamiento o la contemplación son un fracaso productivamente hablando que seguramente suma salud, simplemente por el hecho de tomar un descanso. Si optamos por hablar con las definiciones acuñadas genéricamente, el fracaso sería no ser competitivo, ergo, la lucha es un triunfo. Pero en la lucha solo puede ganar una parte, la otra fracasa. El conflicto moral es que, si quien no lucha fracasa y quien lucha y pierde fracasa, se reduce en número de ganadores y se incrementa el número de perdedores que luego desarrollarán las carencias emocionales que les hacen enfermar. 

La pausa, el espacio en blanco, la dispersión, son herramientas que nos hacen menos productivos y mucho más felices.