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martes, 27 de diciembre de 2011

El caballero de la luna.

Caballero de la luna. La luz de las estrellas le alimentan. El fuego le calienta y el cielo sirve como edredón a un hombre que no duerme en un colchón por miedo a morir solo. Mejor sobre la hierba, los grillos le acompañan y el rocio hace el trabajo del gallo a la inversa.

Que es lo que le ofrece la vida para seguir vivo, solo por la noche. Es la búsqueda de un horizonte difícil de ver. Son las ganas de ver un continuo atardecer, como su enemigo, el sol, se esconde de él. Pero ahora es al revés. El caballero teme al sol, huye de él, le odia.

El caballero de la luna nunca se cansa. Esquiva. El vacío se convierte en escalera, el mar en balsa. Busca su tesoro. No descansa. Ya tendrá tiempo de ello cuando lo encuentre.

Mientras haya aire para respirar y oscuridad para moverse, el caballero de la luna seguirá buscando la forma de llegar a ella. De poder tocarla. De poderla sentir cerca. De poder ver de cerca a su amada, su sueño, su obsesión, la luna.

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