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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Toro de la Vega y Elefantes huérfanos

Hoy, como cualquier otro día, vengo con la medio sonrisa echada, tras un ceño algo fruncido y triste. Se celebró el pasado martes, como cada segundo martes de cada mes en Tordesillas, Valladolid, el festejo denominado como "El Toro de la Vega". No entiendo porque lo llaman festejo, ya que si hay algo que celebrar, la muerte de un animal no me parece motivo, de hecho, más bien de lo contrario. Para quien no lo sepa, este festejo trata de varios perseguidores pertenecientes al pueblo que, con lanzas, tratan de matar a un toro. El toro resiste las heridas e intenta defenderse o huir hasta que algún valiente le da muerte con su lanza. Este año, ha tenido que ser rematado posteriormente con un destornillador. El carnicero dijo que se sentía como "Cristiano Ronaldo", porque todo el mundo te quería y te aplaudía. 
Ya se lo que se puede pensar. "Aquí tenemos a otro anti taurino con su charleta ecologista". No. ¿ Anti taurino? Hasta la muerte, y español, como muchos otros, pero no voy a echar ninguna charla ecologista. De echo, voy a apoyar esta festividad creando otra que se puede hacer paralelamente, se puede llamar, "El Toro que se Ve(n)ga". Tratará de un valiente (pero esta vez de verdad) elegido al azar entre los participantes de la otra fiesta que encierre en una plaza de toros, pero con los muros más altos junto con un segundo toro que haya estado cuatros horas en unos cajones estrechos (¿toriles?) tras haber corrido con un montón de gente rodeándole (¿encierros?). El participante estará desnudo excepto por un taparrabos para cubrir sus humanas vergüenzas (que ya es más que el toro) y se enfrentará a él con lo que la naturaleza le ha dado; inteligencia, contra lo que la naturaleza le ha dado al bravo animal, cuernos y una fuerza ocho veces mayor que la de cualquier humano. El que salga vivo le cortará los huevos y el rabo al vencedor. No me perdería ni un solo día de fiestas en Tordesillas. 

Frente a esto, hoy en el autobús metiéndome mi chute mensual de National Geographic he leído un reportaje que me ha llenado de felicidad. Se titulaba "ya no son huérfanos" y hablaba de elefantitos. Crías que se han quedado huérfanas al morir sus padres presa de los cazadores furtivos o de los Massai (ésta tribu mata elefantes por venganza al haberles quitado el gobierno gran parte de sus tierras para hacer un parque natural). La fundación DAVID SHELDRICK, fue creada por la esposa de este al año de morir él para dar una oportunidad a las crías y a la especie en general dado su lamentable estado. En 1989 se prohibió el comercio con marfil, lo que hizo que la especie se recuperase en Kenia. En gran parte, esta fundación ayudó a su crecimiento, con todo tipo de cuidados y la reinserción en la naturaleza entre los 5 y 7 años de vida del animal. Lo que realmente me ha emocionado de todo esto esta dentro de la propia biología del mamífero. Estos paquidermos tienen la capacidad, es más, la necesidad de encariñarse con su familia y amigos, tanto, que sin ellos muere. Así, cuando la Señora Sheldrick empezó a criar elefantes, varios murieron en las primeras semanas y meses porque los alimentos no eran adecuados, pero, cuando encontraron la mezcla idónea (leche de vaca desnatada y de coco), la primera elefanta que sobrevivió acabó muriendo al pasar tres semanas sin su criadora humana. Literalmente, murió de pena. Un animal sintiendo afecto por su manada, por la gente que le cuida sean elefantes o humanos, me parece increíble. Hoy en día, los elefantes juegan, saludan y conviven con los cuidadores del orfanato como si fueran niños. Cada elefante tiene su personalidad. Normalmente, los animales que llegan presentan traumas muy semejantes a los humanos, idénticos a niños que ha visto morir a su familia como en los genocidios nazis y son tratados con cariño como terapia, a parte de la cura física. Ha habido casos de elefantas que han regresado al orfanato, tras años de vida salvaje, con sus crías para enseñarselas a los cuidadores. Recuerdan a la gente que les ha proporcionado comida, hogar y afecto. Cuando los elefantitos encuentran una manada salvaje en una de sus expediciones junto a los cuidadores, barritan y producen sonidos que tranquilizan a sus semejantes en libertad. "No tened miedo, humanos buenos".
Los elefantes son de los pocos animales (juntos con los humanos, los delfines y algunos simios) que pueden autoreconocerse, es decir, que al ponerles ante un espejo, sepan que son ellos como individuo, y no otro semejante. Además, tienen tradiciones como nosotros. Cuando un elefante muere, su familia y amigos (si, amigos) regresa al lugar que ha muerto, el cementerio de elefantes (cuando un elefante sabe que va a morir, viaja hasta llegar a un sitio donde van únicamente a morir todos los elefantes de una zona), y le acarician con sus trompas, y algunos incluso le echan tierra por encima. Hubo un caso de una elefanta que estuvo tres días protegiendo con su cuerpo al cadáver de otro elefante. Es un comportamiento totalmente humano, que como acabo de demostrar, ya no merece la etiqueta de humano. De momento, hasta que descubra lo contrario, es un comportamiento de algunos mamíferos.

Así que, ya lo suelo decir. Una de cal, y otra de arena.ç





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