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lunes, 10 de octubre de 2011

Octubre


Llega el invierno, y con él, el chico de las cinco capas. Camiseta, forro y tres sudaderas. Llega el pijama debajo del pantalón y los calcetines lo más arriba posible. Botas de montaña que aguantan todo lo que pisen y orejas cubiertas con un gorro de algo parecido a lana elástica.
A las nueve y veinte siempre me gusta recoger la espuma que el café a dejado en el fondo de la taza con la cuchara. Sustituye al helado veraniego que me gusta tanto. Desayunar en el bar del hombre que odia a los catalanes y despedirme con un "adeu". Algún día se le meterá en la cabeza que esas tostadas con tomate y aceite que prepara se llaman pantumacas, y no es un invento lo que se dice madrileño.
Llegan esos escalofríos, que invaden mi columna vertebral cada 3 minutos. Estoy deseando coger el autobus, sentarme y ponerme los cascos. Con un poco de suerte me duerma y me despierta en la estación.
El 133 está lleno de estudiantes de veterinaria, alguno de filosofía y señoras sudamericanas que entran a trabajar en las casas de las adineradas familias que habitan en Herrera Oria.

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