Odio la sensación que se tiene cuando hay que tomar una decisión. Hay que tomar varias al día, pero algunas cuestan más que otras, especialmente aquellas que sabes que, por algún lado, acabarán afectándote a la larga. No puedo vivir sin más, es difícil hacerlo sabiendo a quien puedes llegar a hacer daño, sea otro, o sea a ti mismo. Ignorar las cuestiones solo hace que se hagan más grandes, y algún día, habrá que tomarlas. Espero que no sea demasiado tarde.
Me parece increíble aquella gente que puede ignorar una cuestión que pone a muchas vidas en peligro, o, más que ignorarla, elegir la opción que más perjudica. Se suele hacer por el bien propio. Después de eso, se puede tener o no remordimiento. No soy nadie para decir lo que es bueno o lo que es malo, pero si para decir que esa gente me parece detestable.
Y cuando es algo más pequeño, más de aquí arriba, terminando la espalda, sobre los hombros. O más pequeño aun, de más abajo, a la izquierda. Tan frágil y tan delicado que cualquier decisión mal tomada puede convertirse en montañas de cigarros apurados y litros de lagrimas vertidas. No es menos importante. Pedazos de pared más oscuros donde antes había fotos es síntoma de una decisión mal tomada. Decisión que suele repetirse, y siempre, por mucho que veamos que sale mal, se vuelve a tomar, y no entiendo el porqué, supongo que por el egoísmo humano que decía antes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario